Entrevista en El Confidencial

Pss, pss, amigo. ¿Se siente usted el más moderno de su clase/oficina/familia? ¿Cree que Wilco, Arcade Fire y Radiohead son lo mejor que le ha pasado a la música en las últimas cuatro décadas? ¿Se toma las recomendaciones musicales de Rockdelux y Pitchfork como un dogma de fe? ¿Tiene fobia a la cultura politizada? ¿Se ríe usted a mandíbula batiente de los gustos musicales de chonisperroflautas y bakaladeros? ¿Se cree usted, en definitiva, único y especial? Pues no se preocupe: tenemos la solución a su problema, la lectura del ensayo Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural (Capitán Swing, 2014), del periodista Víctor Lenore, que más que escribir un libro ha inventado la primera máquina de deshipsterizar personas.

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1 comentario en “Entrevista en El Confidencial

  1. Hola, Víctor.
    El sábado terminé de leer el libro. Me ha gustado y comparto buena parte de tus posicionamientos. Soy periodista y trabajo en la sección de cultura, en un periódico local en Lugo. Veo cómo los becarios se creen insultados por tener que ir a cubrir una romería popular y cómo preferirían trabajar gratis para Mondo Sonoro que hacer «periodismo de monte».
    Hace tres o cuatro años, comentaba con el responsable de comunicación del Derrame Rock que las redacciones de cultura estaban llenas de gafapastas. «No soy capaz de colocar entrevistas ni con Rulo, el que se marchó de La Fuga, y eso que suena hasta en los Cuarenta, me decía». Pues eso.
    Cuando a las escenas invisibilizadas les sumas el factor periférico (o lingüístico) el cóctel es explosivo. La mayoría de los medios de Galicia le dedican más espacio y mayores esfuerzos a informar del festival de Benicàssim, que se celebra a más de 1.000 kilómetros de distancia, que a da cuenta del de Ortigueira, que es gratuito y a principios de los 2000 llegó a sumar más de 100.000 folquis. Otro tanto sucede con el Resurrection Fest de Viveiro, el más importante en metal/punk/hardcore de la Península y uno de los más potentes de Europa. Y eso que vienen Bad Religion o Toy Dolls, que son señores que cantan en inglés.
    Mi percepcción es que, por lo menos en Galicia, la burbuja del festival indie ha empezado a estallar. Esto era bastante insostenible, porque aquí 364 municipios y casi no había ayuntamiento que no programase su festival moderno, con carteles en los que casi siempre se repiten los mismos nombres: Triángulo de Amor Bizarro, Nadadora, Love of Lesbian, Vetusta Morla, Iván Ferreiro, Xoel López…
    Los festivales salen caros y, por lo menos, aquí, la chavalada acude masivamente a las verbenas de las orquestas espectáculo (que también son carísimas), que llegan a sumar hasta 200.000 personas según los nombres. No es que a mí me entusiasmen, pero se están convirtiendo en un ocio intergeneracional e interclasista; van los de las aldeas, los de cabecera de comarca y los de las ciudades, los universitarios y los de FP, los del coche tunning y los del running.
    Una de las cosas que quizás menos me han gustado del libro ha sido la demonización de los noventa. Los noventa, para muchos, fueron rock kalimotxero, manifestaciones antiglobalización y anticontratos basura, los últimos insumisos, los foros sociales mundiales… Un mundo que fue (y aún es) mucho más grande de que nos creímos que era. Dejamos que nos minorizasen. Preocupados por si los Reincidentes se habían vendido a las multinacionales como estábamos. Sólo hay que ver el Viña Rock, que siempre ha sido mucho más grande que cualquier festival de los modernos, aunque Los Porretas nuncha hayan cerrado el telediario de la Primera cantando lo de «tú que nos criticas y le pegas al orujo». Es lo que la socióloga alemana Elizabeth Noelle Neumann llama la espiral del silencio.

    (Grosso modo, es le mensaje que intenté dejar el domingo, parece que sólo me deja hacerlo si estoy conectada con el Twitter).

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