Politicemos la cultura

He firmado un texto sobre la situación cultural junto a Esteban Hernández, Nacho Vegas, Carolina del Olmo, Germán Cano, Javier Gallego, Santiago Alba Rico y César Rendueles, entre otros. Corto y pego unas líneas: «La industria cultural  se ha adentrado en una insistente racionalización, buscando la rentabilidad por los caminos más obvios, lo que tiende a aplanar lo producido, convirtiendo las creaciones en productos de consumo esencialmente idénticos. Como resultado, el aficionado a la cultura se sumerge en un hartazgo similar al de un votante que no percibe diferencias entre las posibles opciones de voto, y en una saturación que le vuelve anómico. El consumidor cultural acaba enfrentándose tanto a una oferta enorme que apenas puede discriminar como a la sensación de que no merece la pena dedicar tiempo a rebuscar entre ella». Sigue leyendo

«Las modas dominantes acaparan demasiado espacio»

Estos días me ha venido a la cabeza una respuesta del músico francés Pascal Comelade sobre la homogeneidad de la escena musical. Se publicó en 2012 en la revista Minerva: «Estamos en la peor época que recuerdo. Hoy las modas dominantes acaparan demasiado espacio. En Francia, por ejemplo, la chanson, el rap y el electro son los tres géneros que ocupan casi todo el espectro. Si haces algo diferente te encuentras fuera de juego. Hemos vuelto a formas de dominación cultural parecidas a las de los sesenta, cuando las varietés lo copaban todo impidiendo vivir a cualquier otra forma de música. La diferencia es que hoy la dominación la genera cierta ideología libertaria de izquierdas. La gente de mi generación, verdaderos obsesos de la música, se preguntan ‘¿para qué ha servido la revolución de los sesenta y setenta?’ Parece que para nada. No es algo que me preocupe, pero a cualquier chico de dieciocho años mi música le sonará reaccionaria». Más que «ideología libertaria de izquierdas», yo lo dejaría en «libertaria» a secas, pero coincido plenamente con el diagnóstico. Podéis leer la entrevista completa aquí.

La sintonía entre Reagan, el gangsta rap y Blixa Bargeld

Estas semanas estoy encontrando libros nuevos, muy recomendables, que comparten enfoques con mi panfleto. Uno de ellos es El fin de la clase media, del periodista Esteban Hernández, compañero de El Confidencial. El terreno común debe de ser evidente porque nos han invitado a una presentación conjunta este martes 4 de noviembre en el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), situado en el Palacio de Godoy (Madrid). Será a las 15:45, rodeados de un programa estupendo. Al día siguiente, miércoles 5, Esteban y yo estaremos debatiendo también en el programa Hoy Empieza Todo de Radio 3, que se emite de nueve a once de la mañana. Os dejo con uno de mis párrafos favoritos de El fin de la clase media: Sigue leyendo

Kiko Amat: «El periodismo musical son demasiados tíos diciendo lo mismo sobre el mismo artista»

«El periodismo musical que se hace ahora me parece impersonal, ocasionalmente servil, a menudo presuntuoso. Todo es muy homogéneo: demasiados tíos diciendo lo mismo sobre el mismo artista. Además, está encadenado al canon intelectualoide: Dylan, el free jazz, el math rock y la brasa experimental sí merecen atención, mientras que el ska, el psychobilly, la música Oi! o el revival mod ni hablar. Los textos carecen de humor, raramente entran en lo político y cometen siempre el mismo error: no darse cuenta de que la inmensa mayoría de músicos llevan vidas aburridas y no tienen mucho que decir sobre el mundo y sus avatares. Explicar la grabación de un disco es un tostón casi insuperable». (Kiko Amat, escritor y periodista, en el número de septiembre de 2012 de la revista Rockdelux).

«La música que escuchan los putos sudacas en la cárcel»

El blog de Oche Zamora ha publicado un post muy chulo a próposito de Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural. Cortamos y pegamos un fragmento:

«Cuando estaba estudiando la carrera en Sevilla trabajaba de camarero, cómo no, en un bar de La Alameda de Hércules al que iban muchos poperos. Poperos, así es como se les llamaba antes a los indies. Ahora son hipster. Básicamente, yo era un perroflauta (de eso me enteré después) que venía del hip hop, o un hiphopero con toques perroflautistas, sacudido en ese momento por el brutal sortilegio de esa alienación de la música popular latina que fue la salsa de los años setenta y ochenta, y fascinado por las distintas derivaciones del tropicalismo brasileño. Sigue leyendo