Repasando un viejo ejemplar de Ajoblanco, publicado de 1988, encontramos un reportaje sobre el auge y caída del ensayo político durante la Transición. El fenómeno lo explica Jorge Herralde, responsable de Anagrama, posiblemente la editorial más hipster de España: «Es real que entre finales de los sesenta y finales de los setenta hubo un auge del ensayo, que surgió de un núcleo duro y universitario, al que se adaptó todo el mundo, desde los inquietos, hasta los más inesperados. Fueron ocho o nueve años. También es cierto que antes, durante y después, lo que se leía era narrativa. Y prueba de ello es que todas las editoriales de ensayo de la época o quebraron o se remodelaron, pero ninguna pudo lograr la acomodación necesaria como para poder subsistir manteniendo la misma línea editorial. Ahora hay un lector selectivo, un lector que fue masacrado por el ensayo de los años setenta, que leía por deber y obligación. Luego ya, atendidas la necesidades objetivas o subjetivas, en los año ochenta lee narrativa. Lo digo con datos concretos de varias librerías. Por ejemplo, en Cinc D’Ors, que era la librería roja por antonomasia de Barcelona, la dueña me explicaba que sus clientes son exactamente los mismos. Solo que antes leían Empirocriticismo de Lenin y ahora se llevan a Patricia Highsmith o a Raymond Chandler». Resumiendo: la llegada de la «democracia» y el triunfo del PSOE convenció a los lectores que ya no había necesidad de leer ensayo político. La ingenuidad duró más o menos hasta la crash financiero de 2008 y las protestas de 2011.